Director: Marco Vieyra
Autor: Edgar Chías
Actúan: Darío Álvarez, Daniela Saldierna, Rafael Becerra, Francisco
Morán y Sayuri Navarro.
Fechas de presentación: 12, 13 de julio en el CEART de SLP; 4, 5 y 13 de
agosto en Difusión Cultural del IPBA (Instituto Potosino de Bellas Artes)
La
tierra que nunca pisamos es
una obra de teatro que nos muestra la historia de cinco cocineros, de origen mexicano,
residentes de Arizona; éstos, hartos de los malos tratos a los gringos hacia ellos, deciden llevar a
cabo un acto simbólico de rebeldía. La obra se apoya con varios recursos
materiales en los que destacan tres caminadoras. Este recurso es, quizás,
símbolo de la constante apariencia de la humanidad de querer avanzar y, sin
embargo, permanecer en el mismo lugar.
La
obra refleja una realidad, respecto al trato xenofóbico que se les da a
nuestros paisanos en los Estados Unidos. Pero es mucho más que una historia de
migrantes, mucho más. Es ese deseo que cualquier trabajador indocumentado desea:
libertad, derechos, prestaciones. Es el deseo de rebelión, y también es el
decoro que los detiene a alzar la voz: una familia que mantener.
La tierra que nunca pisamos, abre con
una secuencia en la que cada uno de los actores va diciendo lo que han perdido.
En este punto no sé si están actuando o realmente lo que dicen es verdad… En
ese punto también, el público reflexiona sobre lo que ha perdido. Es muy
atinado abrir con una escena tan cargada emocionalmente, porque inmediatamente
el público se siente identificado con los actores o con sus personajes… Todos
hemos perdido algo, ¿no?

La tierra que nunca pisamos también
sacará risas al espectador… Pero también puede conmoverlo hasta las lágrimas. La tierra que nunca pisamos es una
reflexión que todos deberíamos hacer. Un gran porcentaje de mexicanos tenemos
por lo menos a un familiar que se pasó de mojado
a los “Unieites Esteits”, y ni así nos ponemos a pensar.
La
música, los recursos visuales y la utilería con la que se acompaña La tierra que nunca pisamos, es adecuado
para cada momento de la obra. Hay un contraste de ritmos, y emociones durante toda
la obra… Además, la obra nunca pierde ese ritmo tan dinámico y a la vez
estático —por eso de las caminadoras— que hacen que los (aproximadamente)
setenta minutos que dura la obra sean muy amenos.
Las
secuencias, o sea todo lo relacionado a la dirección de La tierra que nunca pisamos, está repleta de símbolos. Nada, ningún
movimiento de la utilería o de los actores, es gratuita a la obra. Al final de
la obra hay una sorpresa que, definitivamente, hizo que la obra cerrara con
broche de oro.
La
obra sí que tiene una carga emocional muy grande… Es absorbente y envolvente…
Imposible pensar en otra cosa mientras la vemos, La tierra que nunca pisamos merece toda nuestra atención, merece un
200 % de nuestra parte. No he visto mucho teatro, pero puedo decir con mucha
seguridad que es una obra que quiero que todos vean. Además, la obra tiene una
interacción con el público que es otro elemento que me encantó. En términos
generales la obra me pareció excelente y, si tuviera que calificarla con un
número (como hago siempre aquí) le daría un 5/5, pero hasta eso se queda corto.
Ojalá haya gente de San Luis Potosí (o ya mínimo cerca de San Luis) que esté leyendo esto... Porque a ti, lector, te invito que vayas a ver la obra, no te vas a arrepentir.