En esta ocasión les traigo una reseña como tal (no están presente subjetividades, opiniones o calificaciones). La razón por la que decidí hacer esto, es porque no he tenido tiempo de terminar de redactar mi opinión de Civil War y no quiero dejar el blog abandonado. Además, este fue un trabajo que hice para mi universidad que me gustó cómo quedó y -creo yo- tiene un lenguaje claro e informal. Pero en fin, espero que les guste, y si alguna vez tienen la oportunidad de visitar el Museo Laberinto ¡Háganlo! No se arrepentirán.
Hace ocho años se edificó el Laberinto de la Ciencias
y las Artes en el parque Tangamanga I, con la
intención de acercar a los niños (más que a cualquier otro público) a las ciencias.
A algunas personas tal vez el concepto de este edificio interactivo recuerde al
Papalote: museo del niño; el museo
cumple con su cometido en el sentido de que logra entretener a los más
pequeños, pero tiene un defecto: no tiene nada
de artístico —salvo, quizás, la arquitectura—.
Lo cierto es que se buscó que este
museo lograra demostrar a los niños que las ciencias y las artes no son
aburridas; sin embargo, salta rápidamente a la luz que este lugar está enfocado
exclusivamente a salas de tipo científicas y tecnológicas. El edificio está
divido en cinco salas interactivas: Entre
redes y conexiones, Desde el espacio —estas es una de las más concurridas—,
En la naturaleza, Hacia lo imperceptible y
Tras los colores (solo para menores
de cinco años); además de las exhibiciones temporales, el Salón mandarina y las salas donde se llevan a cabo conferencias (de
corte científico, para varias).
Es fácil notar que las salas desde
el título se escuchan más científicas que artísticas. En Entre redes y conexiones se pueden encontrar juegos, actividades e
información relacionada con el macrocosmos y el microcosmos; Desde el espacio es una sala oscura para
hacer honor a su nombre, y su temática son los “secretos” del universo. El área
de conocimiento de En la naturaleza es
la biología y, por ende, las actividades e información están relacionadas a
esto; Hacia lo imperceptible está
enfocada a las nanotecnologías y macro tecnologías. La sala Tras los colores tiene la finalidad de
ayudar a los más pequeños a desarrollar sus habilidades cognoscitivas.
Respecto a las exhibiciones
temporales, generalmente son de corte científico: Body Worlds, Mazes y, la que actualmente está en el museo es Darwin. Pero es en esta parte del museo
donde está lo extraño, pues la sala que se usa hoy para exhibiciones temporales
otrora era la sexta sala interactiva del museo: la sala artística, con juegos e
información acerca de la música, arquitectura, escultura, pintura y cine. Es
algo así como el segundo libro de la Poética
de Aristóteles, pues ahora solo queda en el recuerdo de los que pudimos
interactuar con ella.
Desconozco las razones por las que
decidieron sustituir esta sala artística (cuyo nombre ya ni siquiera recuerdo)
para poner más exhibiciones científicas; lo peor es que el museo cuenta con
otros lugares que pudo utilizar para este fin. Así que, como sucede siempre,
las ciencias pasan por encima de las artes y las humanidades. Lo único artístico que tenía el Laberinto lo
desechó, a pesar de que “es un espacio único, incluyente y participativo que
presenta la ciencia, el arte y la tecnología en un universo conectado e
interdependiente.” (Coordinación del Museo Laberinto de las Ciencias y
las Artes).
No se debe malinterpretar lo aquí
escrito; el museo es bueno y, cuando se cuestiona a lo huachis acerca de dónde se supone que está lo artístico, responden
que en la arquitectura. Es verdad que la gran edificación, obra de Ricardo y
Víctor Legorreta, tiene su mérito, tanto que les hizo ganar tres premios de
arquitectura en 2008 y 2011. Pero si de eso se tratara, todos los museos, de
cualquier temática, serían también artísticos por el simple hecho de ser
también una obra arquitectónica.
De vez en cuando el Museo laberinto utiliza el vestíbulo de
su edificio para exhibir piezas artísticas, pero no se puede interactuar con
éstas; además estas exhibiciones duran muy poco tiempo si se le compara con las
exhibiciones temporales en la ahora inexistente sala artística. Hay que sumarle
a esto la ubicación incómoda en la que se encuentran estas exhibiciones, la
gente solo toma este espacio como un lobby
y no se detiene a observar con detenimiento.
Como si todo lo anterior dicho no
bastara para demostrar que el Laberinto no ha cumplido su promesa de acercar al
público en general a las artes, tenemos también sus famosas noches
astronómicas. En estos eventos, que se llevan a cabo el último jueves de cada
mes, se invita a las facultades de Ingeniería, Ciencias y Ciencias Químicas de
la UASLP para que muestren un poco del trabajo que realizan en sus respectivas
carreras.
Cada mes el museo tiene la
oportunidad de redimirse del error garrafal —que no muchos notaron— que cometió
al borrar del mapa la sala artística, y sin embargo decide pasar de largo, una
vez más. Se olvida que existe también una Coordinación de Artes, y se limita a
invitar a un grupo de jazz para darle algo de artísticos a estas noches. No hay nada más.
No es novedad que los grandes
presupuestos estén destinados para las ciencias exactas, basta ver la cantidad
de edificios que se construyen para la facultad de Ciencias e Ingeniería; pero
es engañoso que el Laberinto lleve en su título “artes”, cuando no permite un
acercamiento a éstas. Una vez más, es importante aclarar que el museo no es
malo, por el contrario, el lugar ofrece una experiencia integral inigualable; sin
embargo, al museo le quedan dos opciones: o quita la promesa de salas
interactivas artísticas, o regresa la sala de arte.