jueves, 5 de mayo de 2016

El Museo Laberinto y la sala de artes fantasma

En esta ocasión les traigo una reseña como tal (no están presente subjetividades, opiniones o calificaciones). La razón por la que decidí hacer esto, es porque no he tenido tiempo de terminar de redactar mi opinión de Civil War y no quiero dejar el blog abandonado. Además, este fue un trabajo que hice para mi universidad que me gustó cómo quedó y -creo yo- tiene un lenguaje claro e informal. Pero en fin, espero que les guste, y si alguna vez tienen la oportunidad de visitar el Museo Laberinto ¡Háganlo! No se arrepentirán.
    Hace ocho años se edificó el Laberinto de la Ciencias y las Artes en el parque Tangamanga I, con la intención de acercar a los niños (más que a cualquier otro público) a las ciencias. A algunas personas tal vez el concepto de este edificio interactivo recuerde al Papalote: museo del niño; el museo cumple con su cometido en el sentido de que logra entretener a los más pequeños, pero tiene un defecto: no tiene nada de artístico —salvo, quizás, la arquitectura—.
Lo cierto es que se buscó que este museo lograra demostrar a los niños que las ciencias y las artes no son aburridas; sin embargo, salta rápidamente a la luz que este lugar está enfocado exclusivamente a salas de tipo científicas y tecnológicas. El edificio está divido en cinco salas interactivas: Entre redes y conexiones, Desde el espacio —estas es una de las más concurridas—, En la naturaleza, Hacia lo imperceptible y Tras los colores (solo para menores de cinco años); además de las exhibiciones temporales, el Salón mandarina y las salas donde se llevan a cabo conferencias (de corte científico, para varias).
Es fácil notar que las salas desde el título se escuchan más científicas que artísticas. En Entre redes y conexiones se pueden encontrar juegos, actividades e información relacionada con el macrocosmos y el microcosmos; Desde el espacio es una sala oscura para hacer honor a su nombre, y su temática son los “secretos” del universo. El área de conocimiento de En la naturaleza es la biología y, por ende, las actividades e información están relacionadas a esto; Hacia lo imperceptible está enfocada a las nanotecnologías y macro tecnologías. La sala Tras los colores tiene la finalidad de ayudar a los más pequeños a desarrollar sus habilidades cognoscitivas.
Respecto a las exhibiciones temporales, generalmente son de corte científico: Body Worlds, Mazes y, la que actualmente está en el museo es Darwin. Pero es en esta parte del museo donde está lo extraño, pues la sala que se usa hoy para exhibiciones temporales otrora era la sexta sala interactiva del museo: la sala artística, con juegos e información acerca de la música, arquitectura, escultura, pintura y cine. Es algo así como el segundo libro de la Poética de Aristóteles, pues ahora solo queda en el recuerdo de los que pudimos interactuar con ella.
Desconozco las razones por las que decidieron sustituir esta sala artística (cuyo nombre ya ni siquiera recuerdo) para poner más exhibiciones científicas; lo peor es que el museo cuenta con otros lugares que pudo utilizar para este fin. Así que, como sucede siempre, las ciencias pasan por encima de las artes y las humanidades. Lo único artístico que tenía el Laberinto lo desechó, a pesar de que “es un espacio único, incluyente y participativo que presenta la ciencia, el arte y la tecnología en un universo conectado e interdependiente.” (Coordinación del Museo Laberinto de las Ciencias y las Artes).
No se debe malinterpretar lo aquí escrito; el museo es bueno y, cuando se cuestiona a lo huachis acerca de dónde se supone que está lo artístico, responden que en la arquitectura. Es verdad que la gran edificación, obra de Ricardo y Víctor Legorreta, tiene su mérito, tanto que les hizo ganar tres premios de arquitectura en 2008 y 2011. Pero si de eso se tratara, todos los museos, de cualquier temática, serían también artísticos por el simple hecho de ser también una obra arquitectónica.
De vez en cuando el Museo laberinto utiliza el vestíbulo de su edificio para exhibir piezas artísticas, pero no se puede interactuar con éstas; además estas exhibiciones duran muy poco tiempo si se le compara con las exhibiciones temporales en la ahora inexistente sala artística. Hay que sumarle a esto la ubicación incómoda en la que se encuentran estas exhibiciones, la gente solo toma este espacio como un lobby y no se detiene a observar con detenimiento.
Como si todo lo anterior dicho no bastara para demostrar que el Laberinto no ha cumplido su promesa de acercar al público en general a las artes, tenemos también sus famosas noches astronómicas. En estos eventos, que se llevan a cabo el último jueves de cada mes, se invita a las facultades de Ingeniería, Ciencias y Ciencias Químicas de la UASLP para que muestren un poco del trabajo que realizan en sus respectivas carreras.
Cada mes el museo tiene la oportunidad de redimirse del error garrafal —que no muchos notaron— que cometió al borrar del mapa la sala artística, y sin embargo decide pasar de largo, una vez más. Se olvida que existe también una Coordinación de Artes, y se limita a invitar a un grupo de jazz para darle algo de artísticos a estas noches. No hay nada más.

No es novedad que los grandes presupuestos estén destinados para las ciencias exactas, basta ver la cantidad de edificios que se construyen para la facultad de Ciencias e Ingeniería; pero es engañoso que el Laberinto lleve en su título “artes”, cuando no permite un acercamiento a éstas. Una vez más, es importante aclarar que el museo no es malo, por el contrario, el lugar ofrece una experiencia integral inigualable; sin embargo, al museo le quedan dos opciones: o quita la promesa de salas interactivas artísticas, o regresa la sala de arte.

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